viernes, 28 de diciembre de 2018

Maurice Ravel



Es sorprendente el hecho de escuchar la obra más célebre de Ravel, Bolero, al tiempo que se realiza la etapa de observación de su muestra gráfica, cuya grafía, rítmica, pero sin desigual-dades estridentes, pequeña y prácticamente desligada es acoplable al fondo de percusión siempre constante, lacónico y repetitivo, y con algunos contrastes, que se acomoda a la altura de sus grandes mayúsculas y a la longitud de sus ejes verticales.

https://www.youtube.com/watch?v=r30D3SW4OVw

La música de los instrumentos de viento se asemeja a los ángulos que forman parte de las letras, tanto en base como en cresta, con ascensos de intensidad parejos a los sobrealza-mientos de la “j” o la “p”.
El ostinatto de los acordes de arpa y cuerdas que forman el acompañamiento, junto al famosísimo patrón rítmico de la caja junto a los timbales, se convierten en una vibración constante que se traslada a su escritura a través de las líneas sinuosas y sus formas oscilantes.
Las entradas de la flauta, plasmadas sobre el papel en los trazos acerados, unos verticales en mayúsculas, otros ascendentes en los finales de la “r” o de la “t”…
Por lo tanto, ni que decir tiene que la personalidad de Maurice Ravel queda reflejada tanto en su grafismo como en su obra más popular. Ambas, una por audición, otra por visión, quedan grabadas siempre en nuestra mente y son de difícil olvido.


De su grafismo surgen aspectos como la creatividad, la intuición y la sensibilidad, que contrastan con señales de pretensión, oposicionismo, e irritación.



Aquí se observa la escritura de una persona inconformista, sin demasiado sentido de las normas y poco tradicional, con aspectos gráficos como las formas diferentes al modelo cali-gráfico, letras prácticamente desligadas, mayúsculas amplifi-cadas y rasgos como la “a” en alfa, la “r” de réplica o la “t” en forma de “V”. El propio compositor dijo: “La tradición es la personalidad de los imbéciles”.
La imaginación y la originalidad no sólo se descubren en la “P” inflada y las mayúsculas de trazado estético, sino en la altura de las hampas y los trazos singulares en jambas y finales situados en zonas periféricas. La verticalidad, la yuxtaposición y las jambas con base en “pala de pelotari” revelarán su intuición creadora.
La desproporción de las mayúsculas y los puntos de la “i” altos admiten además un desajuste entre querer y poder, y cierta evasión de la realidad. Él mismo decía: “Un artista vive un poco como un soñador”. De las líneas ascendentes, las mayúsculas y hampas altas, y los sobrealzamientos desde la zona alta surge una elevada ambición acompañada de imposición de las propias ideas y de cierta pretensión de superioridad.
Las cumbres angulosas en la zona superior, las letras sobrealzadas, la “f” de extremos angulosos y los finales, comas y acentos acerados son pruebas de ideas fijas, espíritu crítico, sarcasmo e irritabilidad.
A pesar de la audacia, perseverancia y perfeccionismo que se observan en la dirección ligeramente ascendente, los finales lanzados y los apoyos en la última letra de cada palabra, se detectan en la carta ciertos problemas, posiblemente pasajeros, de falta de decisión y voluntad que frenan la acción del compositor, y que se hacen visibles en la tenue presión de los ejes verticales y la omisión de varias barras de la “t”.
La verticalidad de la grafía y la estrechez de las jambas demuestran una sensibilidad cautelosa y reflexiva, propia de personas reservadas y bastante solitarias. No obstante, justo en este escrito resaltan la distinción y elegancia de la escritura y la desigualdad de presión con trazos supertenues, así como la longitud y amplitud de las formas curvas de las mayúsculas o los acerados, siendo evidentes muestras de gran sensibilidad y delicadeza. Como el músico dijo: “Debemos recordar siempre que la sensibilidad y la emoción constituyen el contenido real de una obra de arte”. Al parecer, todos los sentimientos reprimidos en la vida real por excesivo autocontrol (óvalos estrechos, ejes reseguidos, jambas inacabadas y barras omitidas), se mani-fiestan a través de sus insignes composiciones.
Sólo estamos de acuerdo, en parte, con su alegato: “La única historia de amor que he tenido es con la música”, ya que el otro gran amor de su vida fue su madre. La guerra del 14 y la pérdida de Mme. Ravel en 1917 le hundieron en un profundo tormento, del cual nunca se llegó a recuperar. Se advierten el apego a la madre y los intentos fallidos de romper con el pasado en las grandes jambas regresivas e incompletas y el margen izquierdo creciente que vuelve a su lugar.
Así pues, la presente escritura de Ravel es fácilmente ajustable al estado Walnut en un periodo con problemas de hiper-sensibilidad y desaliento, a punto de afrontar una etapa de revelación, y a partir del cual compondría sus más diáfanas y perfectas obras para piano y orquesta a las que dedicó todo sus sentidos y sus desvelos.

Las flores de Bach y la escritura: https://www.alibri.es/las-flores-de-bach-y-la-escritura-672222




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