Desde 1997 , gracias a la Organización Mundial de la Salud, se celebra el Día Mundial del Párkinson cada 11 de abril, coincidiendo con el día del nacimiento de su descubridor, el Dr. James Parkinson.
El Parkinson es una enfermedad degenerativa crónica que afecta prioritariamente al movimiento, y que en la actualidad no posee cura determinante. El Parkinson surge cuando las células nerviosas no producen la cantidad necesaria de dopamina, ya que ésta es el neurotransmisor del sistema nervioso central que, como ‘mensajero’, regula funciones fisiológicas importantes, como la actividad motora, el sueño, la memoria, el estado de ánimo, la conducta…
Los síntomas más habituales de esta patología son los que, a continuación, se exponen. Sin embargo, la aparición de algunos de ellos no siempre implicará el padecimiento de la enfermedad, aunque siempre será conveniente solicitar una consulta médica.
•Temblores.
•Bradicinesia.
•Rigidez muscular.
•Posible pérdida o disminución de movimientos automáticos.
•Postura encorvada.
•Disartria hipocinética.
•Disfunciones sensoriales.
•Alteraciones en la masticación y en el deglutir.
•Trastornos del sueño.
•Incapacidad de contener la micción.
•Problemas de estreñimiento
•Disfunciones sexuales.
•Cansancio generalizado.
•Alteraciones en la presión arterial.
•Dolores.
•Depresión.
•Alteraciones emocionales, como padecer miedo, ansiedad, pérdida de la motivación etc.
• Cambios en la escritura.
Son, precisamente, los cambios en la escritura los que más nos atañen y consideraremos en este espacio. Así pues, como síndrome gráfico de la enfermedad de Parkinson, los principales aspectos y detalles a tener en cuenta, son:
Uno de los primeros y principales aspectos es el tamaño empequeñecido de la escritura (no siempre pequeño o microscópico), a causa de la rigidez muscular, que reduce los 4 movimientos necesarios en el trazado del grafismo (extensión/flexión y aducción/abducción).
Asimismo, tiene la tendencia a decrecer en la zona media en una misma línea (en especial en las letras con bucles u ojales).
Los temblores manifestados de forma generalizada en el grafismo y en horizontal. No obstante, con mayor exposición en los perfiles de hampas y jambas, incluso en óvalos.
La dirección de la línea es descendente en cualquiera de sus formas, especialmente con tendencia a la línea en escalera o en tejas.
La rectitud de la línea se suele irregularizar y, a menudo, incluye algunos saltos bruscos.
La escritura muy enlentecida a causa de la inseguridad y el exceso de presión ejercido sobre el soporte, en parte, para impedir o matizar los temblores.
La rigidez/tensión aumenta en búsqueda de mayor precisión, igualmente para contrarrestar los posibles defectos que aparecen en el trazado.
Pastosidad del trazado y congestión en los óvalos y los ojales que forman la escritura.
Junto a este último ítem, habría que añadir la presencia de puntos negros en el trazado.
Asimismo se pueden hallar, a parte del trazado de la escritura, manchas de tinta producidas por la dificultad que el autor tiene en llevar a cabo el acto.
Pérdida de vitalidad del trazo en algunos de los tramos de la onda gráfica.
Las fisuras o brisados que interrumpen el recorrido del trazado. Asimismo, en ocasiones se presentan fragmen-taciones de letras o separación entre letras y/o sílabas.
Los ejes principales, especialmente en la zona superior, con temblores.
Asimismo, los puntos más dificultosos y de mayor inseguridad están tanto en el arranque como en el final de la palabra.
Cabe señalar que no es tarea del grafólogo sin titulación médica el diagnosticar esta enfermedad ni cualquier otra. El grafólogo profesional sólo debe asesorar sobre los aspectos del grafismo relacionados con alteraciones a un posible equipo multidisciplinar.
Maria Josep Claret
Montserrat Edo
ⓒRevista Trazos nº 47
ARGA-Grafología