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lunes, 23 de julio de 2018

7 años sin Amy



Como en la canción Take the box compuesta por Amy Winehouse, cuyo argumento es la ruptura amorosa de una chica que coloca en una caja todas las pertinencias relacionadas con su amor pasado, unos años más tarde, aparece otra caja de gran parecido con varios objetos, entre los cuales destacan un clip de cabello del que prende un gran corazón rojo, un MP3, unas cartas escritas, en su mayoría, con tinta negra y letra muy llamativa, y varias fotos de tatuajes de lo más populares, a excepción de uno en forma de bolsillo con el nombre Blake’s en la solapa, en cuyo reverso están trazadas un gran numero de citas.

Teniendo en cuenta que el embalaje pertenece a la estrella del Soul de Londres, y que tras ciertas indagaciones y lecturas se reconoce una intensa vena autobiográfica en el argumento de sus propias canciones a través de sus vivencias y sus enseres preferidos, llega el momento de proceder al estudio de los mismos.
Se hacen evidentes la invasión de la página, el predominio de la zona media, la redondez de los óvalos y algunos puntos, y los triángulos suavizados en las jambas que, unidos, nos llevan a la conclusión de una fase oral y falta de madurez, en la actualidad bastante común en la escritura de mujeres que se encuentran en la primavera de su vida.

Una de las frases en el reverso de las fotos dice: “Siempre dije que no quería escribir sobre el amor, pero luego fui y lo hice de todos modos”, lo cual demuestra que nuestra protagonista era persona sensible y romántica, coincidiendo con su escritura manual en parámetros como el predominio de la zona media y de la curva sobre el ángulo, la presión ligera y las desigualdades de tamaño, de dirección y de presión.

Sólo al abrir el MP3 suena Rehab, una de las piezas escritas por Amy tras su inmediata reacción ante el consejo de acudir a un centro de desintoxicación y cuyo estribillo canta con su timbre potente y exasperante: “Intentaron hacerme ir a una clínica de rehabilitación, pero dije: no, no, no,…”, muestra de un notable nivel de rebeldía y cierto gusto por nadar contracorriente y que se observa con el desorden, la presencia de letras countrestokes o trazadas al revés (“a”, “b”, “r” o “s”) y de mayúsculas intercaladas.

En aptitudes físicas, se advierte un déficit de energía o falta de vitalidad a través de la escritura curvilínea, la presión irregular, la tensión mixta y las barras de la “t” irregulares y débiles.

Además de sensible, respondona y de salud delicada, Amy era sensual, voluptuosa y deseosa de seducción, como así lo indican las hampas infladas, la presión fusiforme con aumentos en la base de la zona inferior, los gestos subterráneos y los adornos en texto y firma, y como es fácil comprobar por los tatuajes, los peinados antiguos y el exceso de complementos en su vestuario provocativo, que implican su aprecio y necesidad de los detalles no sólo a nivel físico, sino psíquico, y que justifican las posturas estudiadas y las insinuaciones de más de una diva.

Automáticamente, salta la canción del MP3 con un fondo de piano y unos toques de pandereta que abren una de sus piezas más populares, Back to black, cuyo estribillo lo dice todo “Simplemente nos dijimos adiós con palabras, me morí unas cien veces, tu vuelves con ella… y yo vuelvo a la oscuridad”, una muestra de frustración en los deseos de alguien ilusionado que soñaba con algo mejor. Este sentimiento de fracaso queda patente en sus cartas por la sinuosidad de las líneas, lapsus de cohesión y las barras bajas y cortas.

Tras la foto de un tatuaje en forma de cruz egipcia, se encuentra una frase, cuya grafía difunde desesperación y rasgos de depresión, a través de las líneas irregulares, las mayúsculas separadas, la falta de tensión en las barras de la “t” y una rúbrica bastante atormentada, y donde se lee “Desde que tenía 16 años, he sentido que una nube negra flota sobre mi. Desde entonces, he tomado pastillas para la depresión”.

En cuanto a recursos imaginativos y creatividad, el desorden en la página, los espacios en blanco confusos, el tamaño grande, las hampas infladas, los arpones iniciales y el abuso de subrayados y puntuación revelan que Amy contaba con una fértil y, a su vez, exaltada imaginación, incluso fantasía, que, a nivel artístico, supo trasladar muy bien a sus acreditadas composiciones, como se observa a través de la escritura plena, caprichosa y de enlaces singulares.

En el dorso de la última fotografía leemos: “Sólo escribo sobre cosas que me han pasado, cosas que personalmente no puedo superar. Por suerte, soy bastante autodestructiva”. Una triste cita que presagia un triste final. Amy Winehouse, la chica londinense de la voz prodigiosa y el don de la improvisación en sus composiciones nos dejó en el verano de 2011 a la temprana edad de 28 años.


Las Flores de Bach y la escritura
Maria Josep Claret / Montserrat Edo

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