El guardaespaldas abrió la portezuela del famoso Cadillac V8 blindado, que había costado más de 30.000 dólares… Delante de Al Capone, apareció la figura de Víctor Lusting.
Víctor Lusting era bien conocido en Europa por sus sonadas estafas, entre las que destacan el haber vendido la Torre Eiffel a un grupo empresarial como “chatarra” tras la exposición Universal del 89 en París.
Lusting propuso a Capone un “negocio” en el que, sin ningún riesgo, lograría triplicar su inversión. Capone consultó con la mirada a su factotum financiero. Éste puso cara de póquer.
Al decidió: -“Dale 50 de los grandes”…-
Lusting logró darle el sablazo, pero pasado un tiempo debió meditarlo mejor y decidió devolverle el dinero.
Al Capone, impresionado por la “integridad” de Lusting, premió su honradez, largándole 5000 $.
Este gesto demuestra la generosidad crítica de Capone y, a su vez, la dominancia o imposición que éste podía llegar a ejercer sobre los demás, visibles sobre el papel en las líneas ascendentes, jambas de base angulosa, finales largos y acerados o en los sobrealzamientos, en especial en las “p” de la firma con el rizo de la imposición dulce. Además de controlar el hampa de Chicago, Capone aportaba con asiduidad sobornos a jueces y alcaldes de la ciudad y suburbios. Incluso la alta sociedad de Chicago se disputaba una invitación a uno de sus cócteles, cuando no la asistencia a uno de los entierros altisonantes y ataviados con toda pompa, de un miembro de la mafia caído en “acto de servicio”.
Destacan, ante todo, dos características fácilmente vinculables y nada difíciles de creer en nuestro protagonista, cuyo acaparamiento de cuanto era de su interés ha perdurado a través de la historia. El egoísmo y el egocentrismo se observan en demasía y a primera vista a través de los márgenes muy aprovechados, la escritura apretada, las jambas estrechadas de base angulosa, las espirales, los bucles y la firma ubicada en el centro. Tanto en su firma, como en varias de las mayúsculas del texto, se aprecian los finales largos y curvos por debajo de la línea de base, que unidas a la triple estrechez, los óvalos de anchura mixta y a la firma que invade el texto, equivaldrán a una más que probable apro-piación de bienes ajenos.
Capone era persona de rápida decisión. El ímpetu y la audacia son rasgos que afloran con facilidad tanto en nuestro relato inicial, no se lo pensó dos veces, como en su grafismo, a través de rasgos como la escritura inclinada, lanzada, ascendente, jambas largas de base angulosa y las barras de la “t” y finales largos y acerados. Sabía y solía aprovechar las oportunidades que se le presentaban, como por ejemplo el periodo de los años 20 hasta el 5 de diciembre de 1933, cuando se derogó la Ley Seca en EEUU. En ese intervalo aprovechó la prohibición del consumo de alcohol, convirtiéndolo en el más increíble y rentable de los negocios para el mundo del crimen. Tras deshacerse de sus rivales, siguió amasando fortuna a través del juego ilegal y del tráfico de bebidas alcohólicas mediante una red clandestina. Se calcula que ya, en 1927, su fortuna ascendía a los cien millones de dólares.
La irritación y el nerviosismo están presentes en algunas de sus acciones, aunque también se dejan ver en una escritura como la presente, rígida, llena de ángulos, de óvalos estrechos y finales acerados.
Bien es sabido por su historia escrita y cinemato-gráfica que Al Capone era hombre locuaz y con una verborrea llena de soflamas y de posibles coac-ciones que, en su juventud, llegaron a atemorizar a la mayoría de sus compañeros y contrincantes, y que se hace evidente en las barras y los trazos finales largos y acerados, así como en la letra apretada y angulosa. No sólo creó el Sindicato del Crimen con varios de sus ayudantes, sino que se convirtió en “Rey del hampa”, llegando a generar temor y respeto en los bajos fondos de todo el país.
Asimismo, en su escritura se observan rasgos esen-ciales como las espirales, las inflaciones y la presión recargada sobre las zonas media e inferior, cuya interpretación gráfica nos llevan a la sensualidad y la tendencia a pavonearse. ¿Quién no recuerda en ciertos films haber visto al público acercándose a ver el interior de su coche blindado y el séquito que acompañaba a su vez al bueno de Al, con su abrigo de cuello de terciopelo, su traje a rayas y sus botines enlustrados, esperando satisfacer así su sedienta curiosidad?
El final de Alphonse Capone fue en 1931, cuando lo declararon culpable en 5 de los 23 cargos y lo sen-tenciaron a 11 años de prisión federal por evasión de impuestos. Sin embargo, su auténtico fin fue el traslado de la presión de Atlanta, desde donde aún controlaba la mayoría de sus negocios, a la isla de Alcatraz, en 1934. Murió en Miami en 1947.
Maria Josep Claret / Montserrat Edo
Las flores de Bach y la escritura