Hasta finales del pasado siglo, se afirmaba, sin ningún género de dudas, que las raíces más profundas de la Grafología recaían sobre el boloñés Camilo Baldi (1550-1637).
En 1984 el grafólogo italiano Salvatore Ruzza, a través de un artículo publicado en la revista Scrittura, sacó del anonimato a una de las figuras más emblemáticas y misteriosas de nuestra ciencia: Prospero Aldorisio, nacido en Nápoles a finales del siglo XVI (entre 1591 y 1592) y médico titulado, fue un buen observador de la naturaleza humana y de su escritura.