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jueves, 16 de mayo de 2024

EL ÁCIDO VALPROICO Y LA EPILEPSIA

El ácido valproico, catalogado también como valproato sódico o valproato de magnesio, es un líquido oleoso de olor muy desagradable. Este específico deriva del ácido valérico, y se puede obtener, según los científicos de la Fundación Dr. Antoni Esteve, de la acreditada planta valeriana officinalis. Asimismo, diversos estudios señalan que, también, se halla presente en algunos alimentos, como los arándanos, las fresas, el té, el salmón y las nueces. 

Aunque, en verdad, el origen terapéutico de la valeriana es discutido entre los historiadores, se sabe que su uso ya era conocido alrededor de los años 298-311 en Roma. Su aplicación concreta como ácido, fue descubierta a finales del siglo XIX (1881), pero por aquel entones tan solo se utilizaba como disolvente de otros fármacos, debido a su propiedad hidrofóbica. 

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y posteriormente a esa fecha, volvió a tener relativa importancia en Alemania como disolvente en el ámbito farmacéutico, y fue a partir de 1960-1962 cuando Pierre Eymard observó que sus cualidades terapéuticas eran más amplias, sobre todo en el tratamiento de la epilepsia. En la actualidad, se ha convertido en una medicación de amplio espectro, siendo autorizada su comercialización en Francia a partir del año 1967. 

Su aplicación terapéutica, como señalan diversos profesionales del sector, trata:

  • Las convulsiones epilépticas.
  • Las afectaciones del estado de ánimo, como puede ser la bipolaridad, los episodios maníacos, diversos estados depresivos, o incluso la combinación de estos dos últimos.
  • La prevención de las migrañas. 
  • Su efecto bloqueador en el crecimiento de vasos sanguíneos necesarios para el desarrollo de tumores está siendo objeto de estudio para el tratamiento de muchos tipos de cáncer (el de mama, el de próstata, gliomas cerebrales...)
  • Como neuroprotector en enfermos tratados con radioterapia.
  • Añadir, también, que según expone en sus publicaciones la Fundación Dr. Antoni Esteve, aunque en estos momentos se halla centrado como terapia experimental, están intentando con este medicamento encontrar tratamiento para el autismo.
  • Recientemente, Harris Gelbard, neurólogo, pediatra, profesor versado en microbiología e inmunología de la Universidad de Rochester, ha descubierto que este ácido se puede utilizar en la demencia provocada por VIH. 
  • Otros científicos abogan por demostrar sus efectos en pacientes con atrofia muscular espinal.

Los efectos secundarios y las precauciones a tener en cuenta en la ingesta de ácido valproico a nivel farmacológico, son los siguientes:

Precauciones básicas:
  • No administrar en el embarazo.
  • Puede crear toxicidad hepática, así como disfunciones en bebés menores de dos años si padecen una patología en dicho órgano.
  • Náuseas y vómitos de origen pancrático.  
  • Puede potenciar o alterar medicaciones conjuntas. Por ello, se deben estudiar posi-bles interacciones farmacológicas, como psicotrópicos, anticoagulantes, salicilatos y otros. 
Efectos secundarios generales, entre otros:
  • Problemas estomacales y sequedad de boca.
  • Mareos, pérdida del equilibrio, adormeci-miento, balbuceo al hablar.
  • Visión borrosa o doble.
  • Irritabilidad, coordinación alterada.
  • Cansancio, dolor muscular y dificultad para reconducir el sueño.
  • Alteración hepática.
De todas las patologías en las que el ácido val-proico es aconsejable, hemos escogido la epilepsia, entendiendo que nos encontramos ante un trastor-no neurológico crónico que afecta a las personas de cualquier edad y sexo. Esta perturbación del sistema nervioso central cuenta con una gran variedad de patologías bajo su nombre, y provoca una serie de convulsiones reiteradas, parciales o generalizadas, en un lapsus de tiempo. Cuando eso sucede, dichas convulsiones provocan a nivel neuronal una actividad anormal y sin control, que causan cambios de atención o del comportamiento.
Las causas de esta patología pueden ser:
  • Por razones genéticas o idiopáticas.
  • Por circunstancias de causa estructural, como: traumatismos, ictus, tumores, infec-ciones (VIH, meningitis, etc.) demencia, enfermedades neurovegetativas, enferme-dades vasculares, etc.
  • Por causa desconocida, que a modo gene-ral puede deberse a lesiones estruc-turales, pero microscópicas.
Los síntomas suelen ser variados y personalizados, aunque los más comunes son:
  • Ausencias consideradas como convulsio-nes no motoras, como por ejemplo la mirada fija.
  • Convulsiones parciales focales, donde no se producen cambios en la conciencia y dependerá de la parte afectada del cerebro.
  • O hiperactividad cerebral, denominada convulsión tonicoclónica bilateral.
Su detección se produce a través de un electroen-cefalograma, una resonancia magnética o pruebas médicas nucleares.

Además del tratamiento médico en esta afecta-ción, los profesionales del sector recomiendan:
  • Evitar el estrés emocional.
  • Procurar hacer los cambios de vida de manera paulatina y ordenada.
  • Procurar dormir de forma regular.
  • No alterar el orden del tratamiento anti-epiléptico.
  • Procurar no consumir alcohol.
  • No consumir drogas. 
  • Evitar excitantes.
  • Evitar la exposición de luces parpadean-tes.
  • No provocar la hiperventilación.
  • Tener en cuenta los procesos infecciosos.
Y… ¿a través de qué aspectos y rasgos encontraremos la epilepsia en el grafismo?

  • Escritura condensada que suele ir unida a la ocupación de toda la página.
  • Interlínea confusa/Invasora.
  • Predominio de las formas caligráficas y del ángulo sobre la curva. También puede presentar cierto grado de monotonía.
  • Orientación axial con tendencia a la derecha, además de paralela y rígida.
  • Las líneas pierden rectitud, incluso horizontalidad. Se presentan sinuosas y tanto pueden ascender como descender.
  • La presión suele ser fuerte/apoyada e irregular, con mazas, en especial horizontales.
  • Velocidad de pausada a lenta.
  • La conexión suele ser de muy ligada a hiperligada. No obstante, puede haber dificultad o falta de flexibilidad en los coligamentos.
  • Brisados o cortes en la onda gráfica.
  • Posibles sacudidas.
  • Óvalos angulosos o bien deformados.
  • Presencia de hampas en forma de llama producidas por torsiones en los ejes superiores.
  • Jambas con ganchos o arpones progresivos en la base.
  • Las barras de la ‘t’ largas y/o lanzadas. 
  • Trazos finales, puntos y/o tildes prolongados o lanzados.

Según el profesor Allende: ‘últimamente con el advenimiento de nuevas formas caligráficas (tipo script, desligadas totales, el síndrome gráfico de nuestro tiempo, etc) la determinación del que podríamos señalar como el Síndrome Gráfico del hemisferio derecho empieza a diluirse haciéndose más difícil de identificar en la escritura.’


María Josep Claret
Montserrat Ed
Ⓒ Revista Trazos nº 53

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