Como princesa de corazones entró en “el reino de las maravillas” y, dejando la casa del espejo, vio a las margaritas jugar como peones en la gran partida de ajedrez. Y allí entendió, y dijo: “Me gustaría ser la reina en los corazones de la gente, pero yo no me veo como reina de este país”. Con esta afirmación, Lady Diana Frances Spencer, consiguió manifestar un vaticinio, puesto que la princesa, tiempo después, cerró los ojos y quedó sumida en el sueño encantado en el mundo del nunca jamás, y su príncipe no supo, o tal vez no quiso, darle el beso amoroso del despertar.
Fantasías aparte, la primera impresión que nos ofrece el grafismo de Lady Diana, es una miscelánea de afabilidad, sentimentalismo y buena comunicación, aunque también de tendencias orales, resignación, apatía y depresión.
Una escritura totalmente curvilínea y apretada, con claro predominio de la zona media y óvalos prácticamente orales y agrandados por encima de las demás letras del cilindro, que demuestra que su autora otorgaba a las emociones el papel primordial de la vida y, por tanto, tenía una apreciación algo distorsionada de la realidad.
En este caso, debemos conceder la prioridad al aspecto emocional, ya que destacan tanto los óvalos grandes y plenos con total ausencia de ángulos, como las claras fluctuaciones de tamaño, lo cual demuestra que la Princesa concedía un amplio valor al afecto y la entrega. Se reconocen a través del análisis de la grafía, aspectos asignados a su persona y difundidos por todos los medios, como la sensibilidad, la compasión y la generosidad, así como, la desaprobación y el desasosiego ante la intolerancia y la indiferencia (escritura curva, grande, margen izquierdo cuidado, interlínea correcta, vertical sin rigidez y limpia de ganchos). Asimismo, fueron referidas la devoción que prestaba a sus hijos y su sentido de la maternidad, aunque en su apego hubiera un fondo de necesidad recíproca o de posesión. Ella misma afirmaba a menudo: “Vivo por mis hijos, estaría perdida sin ellos”.
La curva omnipresente, la presión nutrida, la escritura ligada y la propensión al trazado de guirnaldas y bucles confirman que, en el trato social, era amable, cálida y se adaptaba a las normas sociales. Asimismo, tenía capacidad para manifestarse a terceras personas, aunque sin llegar a establecer un compromiso afectivo íntimo y una relación estable. Sin embargo, la firma de Lady Diana con la inicial “D” inflada y los óvalos redondos, agrandados y cerrados, contrarresta su calidez y comunicación abierta, con unos rasgos de narcisismo y deseo de reconocimiento, así como, por la necesidad de compañía y de referentes amistosos.
En las aptitudes intelectuales, la grafía curva, la zona media única, los óvalos redondos y dilatados, y el espacio interletras estrecho con abundantes adosamientos, nos lleva a descubrir un pensamiento mágico y un exceso de fantasía, así como, un juicio subjetivo por excesiva influencia del sentimiento sobre la razón. No obstante, la escritura ligada y los enlaces peculiares a la altura de cresta implican agilidad mental, razonamiento lógico y capacidad de síntesis. Por otro lado, el cuerpo grande, el predominio de la curva y el interpalabras insuficiente, indicarán escaso sentido crítico y dificultad de observación de los detalles.
Pasando al campo de acción, una grafía cilíndrica, con oscilaciones de tamaño, ejes inferiores cortos e inacabados, barras de la “t” cortas, en ocasiones, ausentes, y la falta del rizo de la independencia, puede interpretarse como autonomía y firmeza limitadas, y necesidad de apoyo y aprobación para llevar a cabo parte de sus funciones. El espacio entre palabras escaso, la escritura grande y los puntos avanzados revelarán, además, impulsividad y riesgo de tomar decisiones precipitadas y de actuar de manera imprudente.
En plena desavenencia conyugal, periodo en que fue trazada la carta, la escritura muestra, además del conformismo y la resignación, presente en todos sus escritos (zona media única, prácticamente redonda, óvalos a la derecha de las jambas y mayúsculas sencillas y pequeñas), un desgaste de energía, cambios de humor súbitos y rasgos de apatía y rendición, sin dejar de lado los problemas de desorden alimentario, visibles en la escritura adosada, grande, los óvalos orales y cerrados en base, y la “i” corta y con el punto alto.
A pesar de haber vivido la prueba más difícil de su vida, todo el mundo recordará a Lady Diana, Princesa de Gales, como una buena embajadora, consagrada a sus labores de beneficencia y diplomacia, y que le llevaron a ser partícipe del Premio Nobel de la Paz en 1997.
Las flores de Bach y la escritura
Maria Josep Claret / Montserrat Edo