Mientras el modo de darse a conocer por sus colegas es a base de ocasiones donde exponer sus obras, arriesgándose constantemente a las críticas irónicas de un público desprovisto de medios para lograr esos cuadros, él encuentra más acertado contactar con personalidades al corriente de las cosas del arte y con posibles medios, aunque sin obligarlas a comprar nada, proponiéndoles simplemente colgar sus telas en sus salones. Y cuando llevan algún tiempo allí, resultan tan cotidianas y usuales a su vista, que acaban por adquirirlas.
Ante las aptitudes naturales demostradas, los demás pintores quedan absortos cada vez que él coge un lápiz. Al principio sólo es el juego que ocupa su tiempo libre, sin embargo, influido por sus colegas impresionistas, en cuyas exposiciones participa en varias ocasiones entre 1876 y 1886, acaba por ser convencido y se dedica de pleno a la pintura.
Si en la primera época su pintura demuestra el carácter de Pizarro y de Cézanne, a partir del 86 sus telas se abren siempre en busca de los colores puros y luminosos y de las formas cada vez más simples, unos lienzos donde encontramos paisajes de La Martinica y Panamá junto a otros creados durante su estancia en La Provenza junto a Van Gogh.
En sus telas se manifiesta la ambición de romper con el convencionalismo de la tradición realista.
Paul Gauguin nace el 7 de junio de 1848, año de la Revolución, en París. Su padre, periodista francés y su madre, de importante familia peruana.
Tres años más tarde, después de haber realizado una larga travesía hasta el Perú, en la cual muere su padre, Paul pasa unos años con su familia materna, y en 1855 vuelven a Francia para resolver problemas del testamento y continuar con su educación. En el 58 ingresa en un internado católico, sin ser un alumno demasiado brillante, y unos años después se une a la marina, donde llega a oficial de la misma.
Tras la guerra del 70, abandona el servicio de la marina, y su tío le busca un empleo en la banca Bertín, a la que el joven se integra rápidamente, llegando a ser un especialista en asuntos bursátiles.
En 1872, uno de sus colegas, Emile Schuffenecker, le introduce en el mundo de las artes, lo presenta a varios pintores y lo motiva hacia las actividades artísticas. De inmediato, se revela en él un talento natural.
Un año más tarde, conoce a la que será su esposa, Mette Gag, institutriz de nacionalidad danesa, con quien tendrá cinco hijos.
En 1879, Gaugin no cede de dibujar y pintar, Pizarro le convierte en uno de sus amigos y le facilita la compra de pinturas impresionistas que pone en su colección al lado de algunas propias. Así pues, dispone de obras de Renoir, Monet, Degas, Cézanne y otros recién llegados al impresionismo.
Un año después Gaugin toma ya parte en la quinta exposición organizada por el movimiento, y sucesivamente en las siguientes.
En 1883, convencido de que es necesaria una libertad total para su trabajo y poder desarrollar todo su arte, adopta la decisión de vivir sólo como pintor, por lo que dimite en la banca y, un año más tarde, las dificultades financieras son tantas que impiden que Paul pueda dedicarse a sus actividades pictóricas.
Un año después, tras pasar una temporada con la familia de su mujer en Dinamarca, vuelve a Francia, donde Emile Barnard le presenta a Théo van Gogh quien le ayuda a vender algunas telas para poder subsistir. Es a partir de entonces, cuando sus amigos pintores dejan de entender su afán de vivir sólo por el arte.
Hasta 1886, el pintor deja de pintar, ya que se ve obligado, por segunda vez, a aceptar toda clase de trabajos ocasionales, y es ese año cuando participa en la octava exposición de los Impresionistas, aunque la atención del público se centra en "El gran Jarrón" de Seurat, obra arquetipo del Puntillismo.
Al año siguiente realiza un viaje con Charles Laval hacia Panamá y La Martinica, donde espera ganarse el sueldo como obrero del Canal de Panamá, entonces en construcción.
En el 88, Emile Schuffenecker, amigo de la banca, tras ver su desastre económico y su ligera salud, le acoge en su casa y le presta su estudio, lo que le permite pasar los meses más difíciles hasta el verano que vuelve a marchar a Pont Aven, donde encuentra a Emile Bernard con el que desarrolla el Sintetismo, una simplificación consciente de líneas, formas y colores, con el fin de obtener el efecto más poderoso posible, dejando de lado lo accesorio.
Su intención consiste en oponerse a la disolución y a la descomposición del Impresionismo para llegar a la clara representación de los grabados japoneses, máxima simplificación, acentuados contornos, encuadrando planos coloreados y sin sombra alguna.
En aquel otoño, Paul cede a las demandas de Van Gogh para que se reúna con él en Arles donde tiene su estudio y sueña fundar una comunidad de artistas. Gaugin se encuentra totalmente exhausto monetariamente y sólo puede unirse con Vincent gracias al préstamo de su hermano Théo, que será quien continúe sosteniendo a los dos pintores. Ese ensayo de vida y trabajo parece todo un fracaso, emprendiendo Paul la marcha de Arles el día de Navidad, fecha que podemos considerar el comienzo de la fase fatal del pintor holandés.
En 1890, Paul se siente, en la cima de su desarrollo artístico, sabiendo que crea verdaderas obras de arte, aunque nadie se toma la molestia de contemplarlas ni de comprender su gran calidad, y es ese año cuando toma la decisión de ir a Tahití, en esos momentos colonia francesa.
Su decepción al desembarcar es enorme, ya que ve que ha viajado tan lejos para llegar a la caricatura de una provincia francesa. Hasta 1896, el pintor conoce una serie de años deprimentes, cada vez se siente más enfermo y agotado, recibe muy poco dinero desde Francia, sólo algunas veces piensa en su trabajo y en sus raros contactos.
En el 97, la Revue Blanche publica el manuscrito "Noa Noa" de Gaugin, y tres años después, la exposición del siglo presenta otras de sus obras.
Paul Gaugin muere el 8 de mayo de 1903, año éste en el que comienza una ascensión que no parará y abarcará el mundo entero, el mercado del arte acaba de descubrir al pintor.
La combinación de su fantasía, cierta dosis de intuición, idealismo y creatividad plástica (escritura pequeña, puntos altos, concentrada, predominio zona superior, 'd' del idealismo, 'E' de épsilon, ....) hacían de Gauguin el gran pintor que contribuyó en la evolución de la cultura artística a través de sus excepcionales y originales creaciones.
Con un pensamiento vacilante, concreto ante situaciones de cálculo, que serían las mínimas (inclinada, compac-ta, ligada,...) y abstracto ante los momentos cuando entran en juego los factores de la emoción (pequeña, puntuación alta, original, simplificada), Gauguin era incapaz de nivelar la balanza, introducir el orden y la justa medida en su vida. El platillo siempre se decantaría ante situaciones como ésta: "Una inmensa tristeza se apodera de mí. Emprendí esta larga travesía para encontrar un marco y una at-mósfera exactamente iguales a aquellos de los que deseaba huir. El sueño que me condujo a Tahití se desgarraba cruelmente ante la triste realidad."
La ambigüedad de sus juicios junto a la desconfianza (escritura concentrada, trazos regresivos y márgenes regu-lares) y el orgullo (escritura sobrealzada, desproporciones por altura en las mayúsculas y firma mayor que texto) hacen que existieran en él propiedades, como la terquedad, la rebeldía o la unilateralidad. Así pues, él mismo afirmaba: "...creo que esta obra no sólo es superior a todas las anteriores, sino que estoy seguro de no llegar a pintar nunca más nada mejor..."
Su moral y su manera de ver el mundo estaban basados en sus intuiciones e imaginaciones. En el año 1898, mani-fiestó: "Si no puedo volver a pintar, que es lo único que me interesa, sin mujer, sin hijos, mi corazón está vacío... Estoy condenado a vivir cuando ya he perdido todas las razones morales para continuar vivo".
La inestabilidad moral y emocional (esc. sinuosa, presión irregular, frecuentes desigualdades de espacio interno y externo, signos accesorios variables...) nos conducen hacia un hombre de carácter serio, tímido, misterioso, aunque, en ocasiones, bastante locuaz, unas veces áspero y rebelde con los demás, otras cordial y afectuoso. En un mismo párrafo, pasaba de un extremo al otro: "Ya ves lo que he hecho con mi familia. Me he marchado sin avisarles. ¡Que se vayan al diablo! Estoy decidido a quedarme aquí para siempre, en mi tranquila cabaña".
Impresionable y de considerable sensibilidad, (óvalos abiertos por arriba, sinuosa, desigualdades de presión, puntuación imprecisa...), el artista dependía demasiado del exterior. Esto se detecta, además, en palabras como las siguientes: "Parto hacia Tahití para desembarazarme de la influencia de la civilización. Sólo deseo hacer arte simple, sencillo, para lo cual me es preciso fortalecerme en la naturaleza virgen, no viendo más que salvajes, sin otra preocupación que realizar lo que me pase por el cerebro con la ayuda de medios artísticos primitivos".
María Josep Claret