En ARGA Grafología queremos rendir homenaje al compositor alemán Richard Wagner, a través de una breve biografía y del análisis grafológico de Ivana Bañó.
Richard Wagner nació en Leipzig (Alemania) un día como hoy, 22 de mayo, aunque de 1813. No sólo fue compositor y director de orquesta, sino también un buen poeta y dramaturgo, lo cual le ofreció licencia para componer la música de sus óperas y dramas, así como para realizar sus famosos libretos.
Inspirado en las obras de Weber y Beethoven, una de sus mayores aportaciones a la música fue el cambio de perspectiva sobre las composiciones, que consideraba auténticas obras de arte en su totalidad desde todas las perspectivas.
Entre sus obras más famosas se encuentran: “El holandés errante”, “Lohengrin”, “Tristán e Isolda”, “Los maestros cantores de Nuremberg”, y el ciclo de cuatro óperas conocido como “El anillo del Nibelungo”, conformado por “El oro del Rin”, “La Cabalgata de las Valquirias”, “Sigfrido”, y “El ocaso de los dioses”. Como colofón de sus obras, fue la ópera “Parsifal”, estrenada en 1872.
Asimismo, su obra inspiró el trabajo de personajes literarios de gran renombre, como son: Nietzsche, Baudelaire y Proust.
Wagner fue un personaje rebelde y revolucionario que, en su juventud apoyó ideales anárquicos, escribiendo artículos políticos y siendo censurado en casi todos los aspectos, excepto en el arte. No obstante, con los años terminó siendo extremadamente católico.
A primera vista, se observan en el escrito de Richard Wagner cualidades como la lucidez mental, la asimilación rápida y clara, potencial de innovación, y facilidad para el aprendizaje (originalidad de algunas letras, escritura ligada, incluso por zona superior, inclinada a la derecha y las mayúsculas unidas), con especial énfasis en una buena capaci-dad asociativa y deductiva.
Sería necesario señalar un alto nivel de idealismo, que se advierte por la oscilación de las crestas, sobrealzamientos en letras como la “s”, la “d” del escritor, ligada en la zona superior, la altura de los puntos de la “i” y la ascendencia de la firma.
Tanto sus composiciones como también su escritura y su firma, nos ofrecen sólo con verlas u oírlas, grandes muestras de creatividad. Podemos observar esta virtud en la escritura desde varias perspectivas, como por ejemplo: el predominio de la curva sobre el ángulo, la escritura redondeada, progresiva y algunas originalidades en trazos, pero sobre todo en los ligamentos que se hallan en la zona superior. Son también importantes los desligados puntuales y el bucle de la “d” minúscula en forma lírica, que demuestran su gran ingenio, corroborado por George Bizet con las siguientes palabras: “El encanto de su música es indescriptible, inexpresable. Es voluptuosi-dad, ternura, amor”.
Respecto a la voluntad, es innegable su dinamismo, actividad y capacidad de decisión, perceptibles a través de la escritura progresiva, inclinada a la derecha, rectilínea y con unos grados de ascendencia; predominio de la zona inferior y un notable número de finales largos, que, asimismo, corroboran una importante tendencia a decisiones rápidas y resolutivas, con gran iniciativa y continuidad en el trabajo, donde a menudo la cantidad puede superar a la calidad.
Existen muestras certeras de alta sensibilidad que compensan la fuerte dominancia y sentido de la polémica, así como los deseos de afirmar su personalidad y la búsqueda de la gloria.
A pesar de que Wagner no había padecido grandes problemas de salud hasta bien entrada la vejez, en 1881 sufrió su primer ataque al corazón, en Berlín, y el segundo al cabo de un año, en Bayreuth. Así pues, se instaló en Venecia para sobrellevar la situación. Se observan en la escritura del compositor diversas características, como por ejemplo: debilitamientos del trazo, empastamientos, desigualdades en el tamaño, desproporciones y oscilaciones de inclina-ción, que se pueden interpretar como signos de enfermedad.
Richard Wagner falleció en Venecia tras padecer el siguiente ataque cardíaco, el 13 de febrero de 1883.
Ivana Bañó