Si algún personaje político ha dado tardes de gloria a los estudiosos de las crónicas parlamentarias fue Sir Winston Churchill, conocido no sólo por sus iniciati-vas políticas y bélicas en Gran Bretaña y Europa, sino por su deslumbrante y persuasiva oratoria, y cuyo repertorio de citas célebres como el “No tengo más que ofrecer que sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas” es incomparable a la de cualquier otro mandatario. Perdurablemente, su popularidad se extendió, como no, a causa de su agudeza irónica, del mismo modo trascendida a la posteridad. Así cuentan que en una ocasión, estando en la Cámara de los Comunes, Lady Astor, representante del partido independentista Sinn Féin, de Irlanda del Norte, espetó que si ella fuera su mujer le pondría veneno en el té, a lo que Churchill, quitándose los lentes y sin inmutarse, replicó: “Señora, si usted fuera mi esposa, ¡me tomaría el té!”.
Dejando a un lado los comentarios políticos y adentrándonos en nuestras competencias, veremos que la inteligencia, la astucia y unos profundos ideales son propiedades de fácil apreciación, incluso a primera vista, en su muestra gráfica. No obstante, no podemos perder de vista un carácter irritable e intransigente, ciertos problemas de tipo emocional y una evidente desazón.
La escritura ligada, pequeña, con la base en suaves brincos y las conexiones por base y por cresta son indicadores de buena capacidad de análisis, de síntesis, de lógica, de atención y de memoria, sobre todo si a ello le sumamos la parquedad, la estética, el esmero y el estilo constante con los que ha sido trazada.
Su gran agudeza mental y su brillante discurso no sólo se reflejan en sus diligencias y actuaciones, sino también en la grafía dinámica, en ocasiones, semilegible, trazada con soltura y esmero al mismo tiempo, y en parte de los finales acerados y cortos.
Se distinguen un gran manejo de la ironía, la provocación y un gran sentido de la oportunidad a través del tamaño pequeño, los escapes afilados, los puntos de la “i” altos y las comas bajo la línea basilar. Por lo tanto, no nos sorprende que, a menudo, tuviera salidas como cuando le dijo a una colega del Parlamento: “Puede que este borracho, señorita, pero por la mañana estaré sobrio y usted seguirá siendo fea”.
El grafismo enérgico, inclinado a la derecha y las barras y puntos de la “i” con tendencia al avance reflejan un alto nivel de audacia y coraje, que, según su opinión, es la cualidad humana que garantiza todas las demás.
Dotado de gran entereza, tenacidad y afán de lucha (grafía sobria, regular, angulosa, cerrada y con presencia de arpones), se habituó a dar órdenes y a que sus órdenes se obedecieran, teniendo como recompensa el logro de superar los peores momentos de su nación durante la II Guerra Mundial.
Churchill admitía su tendencia totalitaria con una encan-tadora soltura, cuando decía: “Todo lo que yo pedía era que se aviniesen a mis decisiones después de una discusión razonada”. A través de la grafología se reconoce su auto-ritarismo por la rigidez, la inclinación paralela, la presencia de triángulos y la “p” sobrealzada. Es lógico que en un grafismo de estas características, trazado por un militar, con una excelsa opinión sobre el esfuerzo continuo, se detecten rasgos de orgullo y dignidad, así como, de parquedad, disciplina y severidad. Entre sus lemas preferidos: “Las cometas se elevan más altas contra el viento, no a favor de él” o “Debemos mostrar misericordia, pero no pedirla”.
Frente a tanta aptitud intelectual y firmeza volitiva, hallamos una carencia en el ámbito emocional. El examen de la escritura nos lleva a observar el despunte de la introversión y la frialdad de sentimientos a través de los espacios internos amplios, la escritura pequeña, angulosa, finales cortos y la gran mayoría de los óvalos cerrados.
En sociedad, su encanto y su ironía compensarían su nivel de irritación, agresividad e intransigencia, que se observan en la escritura rígida, sobrealzada, triángulos en zona media, ángulos en óvalos, en la cima de las hampas y la base de las jambas, y finales en lezna en los ejes.
No son de extrañar sus momentos de inestabilidad y tristeza, lo que él mismo citaba “el regreso de la bestia negra que me fue pisando los talones durante toda la vida”, y que se perciben en los espacios internos amplios, la base convexa y los óvalos cerrados y rellenos. Probablemente, la alta ubicación del punto de la “i” equivale al deseo de escapar de la realidad.
A pesar de sus intermitentes desalientos, Sir Winston Churchill logró estimular con su retórica al pueblo británico que, en momentos de angustia, vivía exclusivamente para buscar cobijo en el refugio tras oír las sirenas de los bombardeos y para escuchar sus alentadores partes de guerra que, junto a sus acciones gubernamentales, le llevaron a ser considerado uno de los mejores, si más no, el más distinguido dirigente del s. XX.
Las Flores de Bach y la escritura
Maria Josep Claret / Montserrat Edo