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domingo, 14 de octubre de 2018

Vincent Van Gogh

Salvando el tiempo y la distancia, así se pronunciaban tres personajes entendidos en el arte de Vincent Van Gogh:
“Para mí (E. Hanson-1956), Van Gogh se ha convertido en un objeto de culto como si se tratase de un segundo Jesucristo. ¿Cómo puede llamarse bueno un hombre que en todas partes provocó cólera, disgustos y discordia?”
“Lo que ocurrió, en mi opinión (G. C. Argan-1970) fue que aquella sociedad hermética y rígida hizo que el artista se sintiera excluido, convirtiéndolo en un inadaptado, en un candidato a la locura y al suicidio”.
“Pues yo creo (P. Callegari-1973) que Vincent no podía hacer nada contra el drama que lo dominaba desde su nacimiento…”.
Como podemos ver, son diversas las opiniones que se tienen, desde el mundo del arte, de la personalidad y la vida del gran pintor. Por ello, sería apropiado recordar las palabras del profesor Max Pulver, que enuncian: “La grafología es el camino idóneo para la exploración caracterológica y capaz de alcanzar mayor exactitud que la Historia”.

No sólo a través de las obras dejadas por el pintor, entre pinturas, dibujos y acuarelas, se puede estudiar su compleja personalidad. El mejor tesoro que el pintor pudo dejar a nuestro gremio fue el amplio epistolario de las Cartas a Theo, que ha permitido analizar tanto su fertilidad creativa como el lado más oscuro de su mente y sus momentos más duros, plasmados en varias de las cartas remitidas a su hermano en los últimos años de su vida.


Observar la escritura de Van Gogh es como mirar por un caleidoscopio las diversas figuras que se forman con el cambio de cada párrafo. Primero se ve una grafía extensa, prácticamente caligráfica, progresiva y poco presionada. Al girar el prisma, la escritura pasa a ser menos convencional, apretada y con apenas espacios en blanco, vertical y de trazo más grueso. Tras el último giro, la despedida y la firma amplían su tamaño, se muestran más dibujadas, y el trazo, aún grueso, aumenta su uniformidad.
Pese al evidente change de train de este grafismo, gran indicador de inestabilidad y volubilidad, a nivel global, se observan rasgos como el impulso, la introversión, creatividad, tristeza y una gran tensión mental.

Sería inadecuado empezar a analizar la escritura del creador de obras como "Noche estrellada" o "Tri-gales con cuervos" sin revelar una fértil imaginación que, en ocasiones, puede rozar la fantasía, y que en la carta se percibe por la interlínea confusa, el predominio de la curva, la desproporción de la escritura y la presencia de hampas infladas. Asimismo, se observan trazos estéticos originales, tanto en iniciales como en minúsculas, y que son muestra de creatividad e innovación. Él mismo decía: "¿Qué sería de la vida, si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?"

La escritura curvilínea, desordenada, desproporcio-nada, de óvalos estrechos, ejes superiores inflados, mayúsculas desde la zona superior y con los pocos puntos presentes en avance revelan un pensamiento entre mágico y abstracto, y, a menudo, desconec-tado de la realidad. No pasan desapercibidos los fallos de observación, memoria y concentración, que en este caso se distinguen por la irregularidad de los márgenes, el desorden espacial, la falta de rectitud de las líneas, el descuido de algunas letras y, en especial, la omisión de la inmensa mayoría de los signos accesorios.


Tanto la firma de la muestra anterior como la presente expresan gran autenticidad y, a su vez, desconfianza e invasión del terreno ajeno por parte del pintor, que signa sólo con el nombre de pila y una grafía sencilla y legible, pero rozando el texto. Una de sus citas reza: “Me parece absurdo que los hombres quieran parecer otra cosa que lo que ellos son”.
Se detectan muestras de genio vivo, tozudez, autocontrol deficiente y tendencia a la inmediatez y a la irritabilidad a través de las desproporciones de la grafía, la presión irregular y la presencia de detalles, como finales largos, letras incompletas, retoques, jambas de base angulosa, la “r” baclé o el disparo de la rúbrica tras el ángulo agudo hacia la derecha. Sin embargo, la nostalgia, la melancolía y otras muestras de desánimo están, en su último periodo, presentes tanto en sus referencias: “Siempre quedará en nosotros algo de los campos y de la landa de Brabante”, como en su grafía redondeada, inclinada, ligera, empastada, letras fragmentadas, omisión de puntos y barras de la “t”, y la rúbrica descendente.
No sólo resulta distintiva la signatura que Van Gogh presenta acompañada de rúbrica por su angulosidad y descendencia, sino por la presión superior a la del texto, y que revela que el pintor gasta la mayor parte de su energía en el plano personal, que él mismo considera que es la pintura. Su hermano Theo decía: “Su pincel está al servicio de su espíritu”.
Aún con todos sus problemas para mantener el equilibrio interno y vencer el miedo a perder el control, Vincent Van Gogh no dejó de hacer lo que más le gustaba, ni dejó de sentir la grandeza y la intensidad que los colores le inspiraban mientras pintaba, incluso en sus peores momentos de agitación.

Maria Josep Claret / Montserrat Edo


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